La maternidad modifica el cerebro.
En una conferencia de Ibone Olza, se lo escuché decir,yo lo había notado, y al oirlo supe que era Verdad.
Las madres empatizamos más con el sufrimiento de los niños, aunque no sean nuestros hijos.
A mí me ha despertado el amor por todos los niños, un amor lleno de ternura que no había sentido antes, a lo mejor otras mujeres vienen con eso de fábrica, yo era una singracia para los niños, y lo sigo siendo, aunque ahora lo soy con ternura y con una mirada que no puedo definir.
Me cuesta jugar!! Algo tan sencillo…he tenido que aprenderlo con mi hija, admiro al padre de mi hija, él si sabe…a mí me cuesta, mi amiga Mache es otra, nació para jugar con ellos.
Con mi hija paso horas jugando, yo soy su juguete, me dejo hacer, no sé si habrá alguna corriente pensadora de nueva crianza que diga que esto es contraproducente…me importa un pito, a mí me salva.
Lo único que considero que hago bien con ella es cantarle, le canto a todas horas, y le cuento cuentos, bueno y una tercera, hacemos magia, mucha magia y fantasía. Ella me pide que le cante, y es exigente, se sabe el repertorio…y me dice con su dedillo y hozico: nooo esa no… y al final hace palmas y dice bieeeen.
Otra cosa que ha cambiado la maternidad en mí es la admiración por mi madre y resto de mujeres, madres o no madres. He sido envidiosa de los logros de otras, sin embargo, de un tiempo a esta parte, desde la maternidad mi forma de ver ha cambiado, más bien mi forma de sentir, no desde el corazón, sino desde las entrañas, como diría María Zambrano, que antes creía entenderla pero no he llegado a darle el verdadero sentido hasta hace poco.
Liberarme de esa envidia ha sido muy sanador en mí, ya no hay competencia, no hay comparación, solo admiración profunda y honra al camino y servicio de cada una.
Ya no me importa lo que hagan las demás, aunque hagamos lo mismo, porque sé que nada es igual, que todas somos necesarias.
Mi madre tuvo cuatro hijos seguidos, como antiguamente, uno detrás de otro, joven y sin recursos, con un marido de carácter autoritario, ella es una leona, ahora la miro y digo: madre mía! Cómo no se volvió loca esta mujer, y todo lo que hacía con nosotros, ella sí sabía jugar.
Muchas mujeres no necesitan ser madres para sentir está transformación que yo siento, yo era un cacho carne, ahora tengo corazón.
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